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domingo, 27 de febrero de 2011

Entonces

Hace poco fue tu cumpleaños y no te escribí nada. A saber qué tendría yo en la cabeza para no hacerlo. Pájaros. Avechuchos en número de cienes y cienes posándose en los cables de alta tensión, amenazantes.

Ochenta y ocho ya. Capicúa. El tiempo pasa para todos y yo siempre te he visto igual, though. Las mismas arrugas, la misma papada quemada. La misma quietud y tu misma sonrisa al llamarme Dieguete. Porque a ti te lo concedo, el llamarme así. Yo a cambio te llamo Padrino, Patriarca o simplemente abuelo. Y repito a tu bisnieto cuando estás presente que tiene que hacerte caso en todo lo que digas, porque has vivido dos guerras, la que tiene nombre y la que vino después. Porque, en definitiva, aprendiste más que todos nosotros juntos.

Cuidaste de mí cuando me rompí la pata, sin apenas saber andar, y de niño me llevabas al O´Donnell, a ver los patos.  Estaba “abuelado”, que diría tu nuera, y supongo que apenas recordar el gesto imponente de Bernabé y el temblor en sus manos tendrán mucho que ver en eso. Recuerdo verte en penumbra saliendo de tu habitación para ir al Silo. Esbozo tu cara al verme con greñas, barba y pendientes, not the guy you thought I’d be, perhaps. ‘Que te vaya bien’, me dices cuando os voy a ver a ti y a la abuela, de quien tienes que cuidar cada día más. ‘A ver si es verdad’, digo por dentro. Y ojalá lo veas, pienso después.

No puedo dejar de pensar en el momento en que me dejes. Me partirás el alma, y es algo de lo llevo siendo consciente desde hace mucho tiempo. Me dirás adiós un día de estos. Un año de estos. Y tú quizá lo lleves bien, no sé, y ya habrás hecho todo lo que tenías que hacer, supongo. Siempre dices que bastante adonde has llegado, y por eso transcribí tus memorias, y las repartí entre tus hijos. Por eso enmarco tus fotos y sigo guardando tu derecha como mi sitio en las reuniones familiares.

Entonces aprenderé a echarte de menos poco a poco. O tal vez lo haga de golpe, en magnitudes desproporcionadas. Echaré en falta tu siesta en el sillón y trataré de repetirme tus explicaciones pausadas. Lo llevaré mejor que otras veces, que otras despedidas. Me creeré más maduro y me sentiré más sereno. Escribiré que es ley de vida y todo eso. Te lloraré a escondidas y al día siguiente todo estará bien si me preguntan por ti.

Se hará de noche y volverá a salir el sol, está claro. Pero todo y nada habrá cambiado.

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