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viernes, 4 de febrero de 2011

Cangrejos

Sigue siendo la mayor causa de muerte del primer mundo, en España se suceden más de 100.000 nuevos casos cada año, y todos hemos vivido más o menos de cerca alguno. El vecino al que hace unos meses que no ves. Tías. Tíos. Los padres de personas importantes para ti, porque siempre caen los mejores. Tu bisabuela, que se fue sin decir nada. Tu madre, que sigue trayéndote un té todos los días y reza por cosas que desconoces.

El nombre es lo de menos. En el día mundial contra el cáncer sabes que el cuarenta por ciento de los tumores pueden evitarse con hábitos de vida saludables (dieta equilibrada, práctica del deporte, no fumar…) y tú tratas de hacer lo propio. A cambio todos acabaremos padeciendo alguno por rutina en el momento en que vivamos más de cien años, porque nos negamos a aceptar que llegamos aquí con fecha de caducidad.

Encontramos en la adversidad la oportunidad de estar con esa persona a la que han descubierto un bulto diferente, y queremos mirarla a los ojos después de mucho tiempo para saborear cada minuto a su lado. Tenemos la sensación de tiempo perdido, de miles de tequieros que nunca has dicho por miedo y de muestras de cariño a las que no hemos ofrecido respuesta.

Es el precio de la vida moderna, que contrasta con la estupidez humana. Tenemos todos los medios a nuestro alcance para vivir como dioses, pero nuestro egoísmo, el estrés, la falta de conciliación, el sedentarismo o la incomunicación se suben al otro lado de la balanza para darnos bien por el culo. Y no nos causa placer.

Entretanto, descubrimos que las emociones reprimidas repercuten en nuestra salud. Estar enamorados nos hace invencibles, el optimista se constipa menos que el depresivo, y mente y cuerpo parecen ser las dos caras de una misma moneda. Somos células y nuestro estado de ánimo es el resultado de los mismos fenómenos electro-químicos que las regulan. 

Todo cuadra.

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