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lunes, 28 de noviembre de 2011

'y'

Me pregunto cómo te irá. Qué tal la tienda. Qué tal la ya no tienda. Qué tal tú y lo que ya no eres. Qué tal, a secas. Y si eres más feliz que ayer. 

Me pregunto también si conservas aquel colgante donde añadí una 'y' a tu nombre capicúa, para deshacer la simetría. O si te acuerdas también de mí a veces, dueña tú del primer beso. Dueña de otras tantas primeras cosas.

Y entre tanta pregunta trato yo también de acordarme de ti este día, ¿por qué no?, y de lo rápido que pasa todo, desde aquellos ratos sentados en la escalera, aprendiendo tu olor. Hoy todo parece distinto, y en la distancia aquellos ratos se presentan difusos. Bonitos, pero difusos. La distancia... que no sólo genera distancia sino, por ejemplo, las ganas de volverte a ver. 

Para preguntarte en persona. Para deshacer ese velo. Para brindar por nosotros, y por la juventud nunca perdida. Por muchos años más que cumplamos.

Felicidades.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Por escrito

Si ya es difícil comunicarte con alguien, ceñir dicha tarea al intercambio de emails se convierte a veces en un verdadero quebradero de cabeza. 

La gente, que ya de por sí es mal pensada (y con todo el derecho), a veces te sorprende cuando demuestra que, además, puede ser retorcida. Luego te llevas cabreos, decepciones y exclamaciones varias cuando ves (lees) que lo que escribiste sin poner mayor cuidado ha sido malentendido, tergiversado o manipulado. Y uno entona el mea culpla (mea, mea), y reconoce que podría haber hecho las cosas de otra forma... venga, sí, aceptamos barco. Pero ese uno comienza también a estar algo hartito de ser políticamente correcto hasta estando a solas, de no poder llamar al pan "pan" y al vino "vino", y de tener que solicitar por burofax que cada cual, si algo le ha molestado, pregunte antes de dictar sentencia.

Porque no tengo que pedir perdón cuando el feedback viene envuelto en malos modos, y porque creo que cada cual siempre puede recurrir al bonito ejercicio de matarse a pajas, fumarse las macetas y trabajar su inexistente tableta de abdominales antes de emitir un juicio precipitado, erróneo y gratuito sobre cosas que, dicho sea de paso, no tiene ni la más puñetera idea. 

Y ahora, con vuestro permiso, seguiré mis propios consejos. 

Comenzaré con las macetas.

Me aburres

por buscar con tu omnipresencia no sé qué atención perdida;

por traducir en palabras de otros sentimientos dudosos;

por comprar una razón siempre compartida, nunca unilateral.

Por abrazar el exceso,

hacerme perder el tiempo

y ser un arma sin filo.

El tiempo, al que definen

los que saben como la mejor de las medicinas. Y no hablo de unos cualquieras, no señores, sino de los que saben mucho, muchísimo, los mismos a los que uno no encuentra tan a la ligera y quienes son una maravilla en eso de definirlo todo. Sí, sí, sí, el tiempo, que permite, por ejemplo, que te vea de manera tan sumamente distinta de como solía hacerlo. 

El tiempo, que además es relativo. Esto mismo está escrito en los libros donde se escriben las cosas, junto con otras tantas verdades que sería imposible de enumerar y que además no me viene en gana. Por eso cada vez me extraño más ante un espejo, y la distancia entre nosotros se dilata más a cada instante.

El tiempo, amigos míos: un viaje sin retorno. 

Una página en blanco.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La chica distraída (por el mapa azul)

Lo cierto es que eran momentos de nervios: saber que media España te estaba viendo y procurar estar estar estupendísima a los ojos de ese chico con el que no terminas de ponerte de acuerdo para decidir quién de los dos compra los condones. Andabas desubicada, pero por suerte te reencotrabas con tu entorno cada vez que el resto se arrancaba por bulerías con unas palmas hacia su líder. Ahí eras tú, con tu melena bailando entre tu espalda o asomando por tu hombro izquierdo, coherente con tus convinciones políticas. 

Es normal, lo sé. Es desconcertante saber que tu partido ha perdido unos 3 millones y medio de votos, y que al rival no sólo le iba bien con mantenerse sino que va y gana 200.000 para el zurrón. Es lo que tiene no decir nada en campaña: que no mientes. Lejos de ti, en otras sedes, los pobres gritaban por el consuelo de verse un poquito más reflejados en el pastel, pero sabes (como yo) que es absurdo, porque dirán (y harán) tanto con 8, 10 ó 20 diputados que con 2. Nada. (Es lo que tiene, también, este sistema.) Tendrán más minutos ante el micrófono, eso sí, lo que aprovecharán sin duda sus compis para consultar sus twitters en los smartphones que generosamente les pagamos, y los periodistas, más contentos.

Pensabas, sin duda, en estos tiempos tan... ellos, ¿verdad? Sí, te entiendo. ¿Qué decir ante este descalabro, y tú en el epicentro del mismo, estupenda y compungida? Como buena perdedora, seguro que en tu fuero interno deseaste a su vez suerte al rival, como todos. El eterno contricante, que más allá de saltar en el balcón y autoconsolarse con eso de que a la tercera va la vencida, necesitará tus ánimos y los míos para echarle un capote al toro que le ha tocado.

Terminó el químico de hablar, por cierto, y lejos de presentarnos, como buen alquimista, la fórmula para transformar las personas en papeletas, se despidió de vosotros con besos a medias, sonrisas forzadas y una jubilación forzosa a la vuelta de la esquina. Le diste un muac muac, y tú encantada. Te retiraste a tiempo del follón y le enviaste un whatsapp a tu chico.  Le dijiste, convencida, que anoche no tocaba, pero que tuviese preparados dos o tres gomas sabor a fresa para la noche del hoy, que el día después siempre apetece y, con un poco de suerte y algo de imaginación, tendréis algo bonito que celebrar.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Tiempo muerto

- ¿Estudias o trabajas?
- No, yo es que soy español.

Viendo casi cualquier programa de entretenimiento en televisión me recuerdo a mí mismo por qué vivo relativamente tranquilo no dedicándome al medio. Desde dentro es otra cosa: los focos, el autocue, las prisas, la escaleta, la rotación de cámaras... Mola. Pero en casa... ¡ay! En casa es bien distinto. Porque hacer tele, ese gran invento, no es otra cosa que el arte de rellenar minutos con nada, dilantando lo que perfectamente podría durar 10 minutos para que te quedes cerca de una hora dando descanso a tus neuronas. 

Yo no pido nada raro. Persigo tener la mente despierta, el estómago lleno y el corazón contento, como la mayoría. Pero me jode que me hagan perder el tiempo, que para eso ya me valgo yo a diario. La mayoría de vosotros, estudiéis, trabajéis o hayáis nacido por aquí cerca, sabréis de lo que hablo.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Coches

- Oiga, he perdido una rueda. ¿La ha visto?
- ¿Es redonda?
- Sí.
- ¿Negra?
- Exacto.
- Pues no, no la he visto.
- Vaya por Dios.

Ya pueden venir quince meses consecutivos de caídas en las ventas, o que el parque de vehículos con más de 10 años de antigüedad ya supone el 45% del total. Sigue habiendo demasiados.

Los garajes están repletos a cualquier hora, las carreteras siguen atascándose según las horas y, hoy por hoy, una calle donde es "fácil" el aparcamiento será aquella que goce de seis o siete huecos dependiendo del día. Pero es que es normal, si desde niños nos volvemos locos con todo aquello que hacer run run y pedimos Rayo McQueenes a los reyes sin aún haber aprendido inglés. 

Somos así, nos mola lo simple: restregar ruedas por los armarios y dar patadas a un balón. Los chupetes de hoy serán los nosotros del mañana, y repetirán nuestros mismos errores. Por eso las autopistas serán cada vez más numerosas y más anchas, para poder llevarnos a 10 km de nuestro retiro espiritual a por el periódico de los domingos, y a 40 de nuestro verdadero hogar: el trabajo. 

General Motors es la primera responsable de que, por ejemplo, L.A. sea una pista de asfalto de 100 km cuadrados. Ya ha ocurrido antes. Así, frente a ideas brillantes del tipo: "el ladrillo nos volverá a sacar de la crisis", no estaría mal que dedicáramos nuestros cinco minutos de relax postcoital a dejar a un lado el cigarrillo y pensar qué coño podemos hacer para poner un granito de sensatez ante tanto y tan mal hecho.

Amén.

martes, 8 de noviembre de 2011

La conciliación

Pocos conceptos tan echados en falta en estos tiempos, en los que (por ejemplo) corres el riesgo de ser etiquetado de vago si sales a tu hora del trabajo. Porque el que concilia encuentra la tierra de nadie entre dos realidades que son opuestas a priori, y edifica en ese espacio un proyecto válido para ambas partes. Y qué bonito. Y qué difícil. 

Es uno de tantos dramas de la vida moderna: lo de no ver la luz del sol más allá de los cristales de una oficina o delegar tu vida social a la agenda del Outlook; y claro, uno se pregunta que si después de miles de años con ensayos, errores, más ensayos (y muchos más errores) en esto de salir adelante, esto es lo que nos toca, triste recompensa la que nos hemos regalado. 

Triste, también, quien confundió modernidad con progreso, pues siempre lo ha dicho mi padre: ¿qué tendrá que ver los cojones para comer trigo?






domingo, 6 de noviembre de 2011

Nunca me aprendí tu cumpleaños,

y durante un tiempo hasta evité tus llamadas. Pero eso no ha impedido que hoy vengas a mi memoria y se me dibuje una sonrisa al redescubrirte entre tantos recuerdos.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Bonus (...)

Cerebro: aparato con que pensamos que pensamos.
A. Bierce

Efectivamente, si todos fueran como yo no habría atascos a las 7 de la mañana, ni las aceras estarían llenas de mierda, ni haríamos largas colas en las cajas de los supermercados. Los concesionarios de coches cerrarían, al igual que la empresa que me da de comer, y no existiría el Corte Inglés. Por suerte, no todos son como yo: llegaríamos a 10 millones de parados. 

Es parte de la cadena, porque junto con la vacuna de la varicela nos meten vía intravenosa algún suero mágico que nos incita a hacer estupideces a las que dotamos de un falso sentido. Y ojo, hacer estupideces no es malo, au contraire!, el ser humano es tan maravillosamente complejo que se permite el lujo de hacer cosas tan absurdas como tropezar x veces con piedras & Co., partirse de risa o rozar tus labios sin atreverse a anunciarlo. Lo malo es lo segundo: lo del falso sentido. Por eso hay que escuchar más a los niños (y a los borrachos), que dicen grandes verdades y se permiten el lujo de ser libres para hacer lo que les venga en gana sin sacarse de la manga un porqué. 

Entre las burradas que hacemos, que hemos hecho y que seguiremos haciendo está comprar aquello que no nos podemos permitir, y trincar de nuevo lo que ya tenemos (y sí pudimos permitírnoslo) porque así está escrito en nuestro cuaderno de viaje. Habrá a quien le mole el tema, quien sufra de fácil estimulación pezonil al desenfundar su Mastercard y luego encuentre consuelo en tomarse un Manhattan contemplando su fondo de armario. Por suerte para el resto (insisto) yo no soy así.

Bienvenidos, pues, al blog de un sobrado que os descubre (angelitos) por enésima vez el capitalismo, ese gran invento que llevado al extremo se ha revelado contra sí mismo a costa de gilipollas, espabilados e ingenuos (cada uno que se ubique donde le venga en gana). ¿El resultado? Unos se llevaron los bonus y otros los puntos suspensivos que habitan dentro del paréntesis, que es lo mismo que no decir nada, y en la nada (como dije y dijiste) cabe todo. 

Lo peor de ese todo, me temo, vendrá cuando volvamos a caer en la jodida trampa de siempre, y es que ya puestos a cometer estupideces, prefiero eso de reír o besarte a lo de recrearme una y otra vez en mis propios errores.