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jueves, 17 de febrero de 2011

aquel Grito

En clase de Filosofía un alumno levanta la mano y pregunta: "¿cómo puedo saber si existo". A lo que el profesor responde: "¿y a quién le importa?"

Como el del chiste, eso es lo que supongo nos hemos preguntado todos alguna vez. Habito en la conciencia de alguien, espero esa llamada que no llega o simplemente me lo pregunto, según el dicho. Por eso, tal vez, existo, y si no es verdad pues nada.

Pero ¿hasta cuándo? Y sobre todo, ¿a quién le importa? Llevo en la cartera el carné de la ONT donde comunico a quien lo lea que deseo ser donante de órganos y tejidos con fines de trasplantes en caso de acabar hecho un figura. ¿Lo verá alguien? ¿Me hará caso? Me he escrito, como tú, múltiples epitafios a cada cual más hortera, y me da por figurarme las caras de dolor o de jolgorio en los asistentes. Y es que es muy frustrante eso de no poder estar (o sí, quién sabe) en tu propio funeral, para una vez que te organizan algo.

Querría algo sencillo, sin curas y con pocos asistentes. Aquellos a los que de verdad les apeteciera echar un rato y de paso un trago a mi salud. A buenas horas. Nada de compromisos absurdos, ni familiares a quienes no he visto en años y de los que sé tanto de ellos como ellos de mí. ¿Para qué? En el momento de esparcir mis restos por vete tú a saber dónde, llegaría una ráfaga (como en la película) y las cenizas a tomar por culo, encima de los allí presentes. Sería una broma póstuma, pero qué coño, de alguna forma se llevarían algo de mí consigo, y lo que no quisieran, a lavar.

'A quién le importa’ es una buena pregunta, en cualquier caso, y extrapolable a muchas otras situaciones del tipo: ¿estoy bien con este sweater?, ¿habrá respondido ya? o ¿me echará de menos? Todas pierden parte de su importancia cuando aprendes que nada gira a tu alrededor, y que el mundo lo seguirá haciendo igual de bien cuando te hayas marchado. Sabiéndote hormiguita, en resumen.

Aun así es bonito eso de dejar aquí algo de ti, ¿no? Ser recuerdo en los demás cuando llueve, por ejemplo. Eso estaría bien. Sin embargo, si quiero dejar algo de mí es por puro ego, porque me jode pasar de largo sin más ni más y la descendencia como legado la doy por descartada. ¿Qué hago entonces? ¿Abro un blog? Es algo virtual y entonces me contradigo pero vamos, me vale. Eso hemos hecho siempre: clavar en la inquietud la flecha hacia uno mismo y buscar en el arte un camino hacia la inmortalidad. Por eso me da por hacer sandeces, y allá fuera hay museos, bibliotecas, escenarios y grafitis.

Podría morir aquí mismo, ahora: ¿a quién le importaría?

Me viene a la cabeza aquel grito desgarrado antes de la curva, y verte aparecer a muchos metros con la cara descompuesta, creyéndolo mío.

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