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domingo, 10 de abril de 2011

Mojarme

Desde fuera sé que no me mojo en casi nada. Puede parecer una actitud que peca de prudente, preocupado yo por el qué dirán si me postulo o llevo la contraria en algo, el caso es que si me piden opinión en un debate a dos bandas casi siempre encuentro puntos a ambos lados en donde apoyarme y puedo darles a los dos la razón a un tiempo. ¿Conclusión? No genero ningún debate y los aludidos podrán pensar... ¿de qué estábamos hablando? Cuando he creído tener las cosas más claras, cuando he sido consciente de que juzgaba a alguien nada más conocerlo, o cuando me sabía con la razón aparente en un determinado tema... me he solido llevar sorpresas. Sí, a lo peor esto me ha hecho ser más reflexivo en mis observaciones, o puede simplemente que no me pare a tener un criterio propio sobre ciertas cosas a falta de más datos. 

Y resulta aburrido, ¿no? Jugar el papel de neutral a veces, o verse en un cruce de posturas donde decides no tomar parte porque estás cómodo en ambas. Mi relación personal con otra persona nace y muere entre esa persona y yo, y por supuesto puede verse matizada, empañada o rota por las impresiones, relatos o revelaciones de terceros. Pero siempre queda tu recuerdo y lo que guardas en tu rutina, y eso inevitablemente es algo a lo que te intentas agarrar. 

No sé si alguna vez alguien ha podido o no hablar mal de mí. Sobre todo me llegan impresiones positivas, halagos, agradecimientos y demás, pero entiendo precisamente que es por eso por lo que me llegan: porque es bueno. Pero ¿qué hay de lo otro? Porque tendré enemigos, imagino, aunque no los haya buscado, caeré como el culo a muchos y otros directamente habrán decidido con argumentos que soy una persona que no merece la pena. Y es normal, coño, incluso lícito. Ese vacío lo lleno yo, así que ante la falta de contrario me considero mi mayor crítico y mi sombra más jodona. Así me va.

No nos debemos quedar con el color de un sólo de cristal, pero a veces es lo único que tenemos, y es lo que nos llevamos a casa y lo que guardamos bajo la almohada. Con el tiempo, puedes ir descubriendo rasgos de alguien que difieren con tu imagen, y poco a poco vas configurando el mosaico de lo que, al fin y al cabo, somos todos. Un puzzle tridimensional cuyas piezas casi siempre desconocemos en su inmensa mayoría. A veces me ha hecho falta escuchar un calificativo en boca de otro para identificarlo como mío, y es que no soy únicamente lo que veo en mí, sino lo que proyecto en otros. Si el feedback es positivo, es mi obligación aceptarlo de buen grado y tratar de creérmelo. Si es negativo, ahondar en si lo que oigo puede o no ser verdad y a qué se debe. Con todo eso tratar de ser alguien mejor, en cualquier caso, aunque por de pronto sigo siendo un sistema inercial desde el cual trato de asimilar lo que me rodea sin atribuir demasiada importancia a casi nada y con la curiosidad renovada de querer entender un poco de casi todo. Chapa chapón.

Amén.

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