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domingo, 10 de abril de 2011

La baraja

La última vez que resintonicé el TDT de una de las televisiones de casa recogí unos 17 canales nuevos, elvando la cifra a 56, de los cuales si descontamos los que emiten en HD y no puedo ver (sí escuchar), los de emisión codificada, los que asumen contenidos de televenta y/o tarot y aquellos que se repiten, me quedan como mucho 30. De esos 30, algunos como Veo7, PopularTV, Intereconomía o Libertad Digital vienen cortados por un patrón con el que no suelo comulgar. Son los llamados "canales de extrema derecha" desde otros canales o emisoras que se ubican en el espectro contrario (sin ese extremo). Dentro de los clásicos, podemos ubicar en un bando a Cuatro y La Sexta, en el otro a Antena 3, y quién sabe a Telecinco: hace tiempo que no la veo. En lo público, sólo TVE se salva. Telemadrid no sólo me da asco sino que hace acopio de las posturas más marcadas hacia un lado de la balanza con el agrabio que produce el saber que es una cadena autonómica, ergo pública también. 

Mostrada la baraja, un día camino a la Renfe me encontré con eso, con una baraja descompuesta a lo largo de la calzada. Me guardé en la manga la imagen del As de copas mirándome cara a cara, y me vino el símil fácil de que para ganar suele ser necesario contar con todas la cartas, y que todas cumplen su función. Yo, que soy radioyente de la cadena SER por no estar cambiando de dial a cada rato y porque, entre todas, es la que más me gusta, entiendo que lo que pueda escuchar o no en sus programas nace de un punto de vista con el que podré estar más o menos de acuerdo, pero echaré en falta a veces la mirada del contrario. Yo, que hacia las 13:30-14:00 suelo moverme entre los debates de Cuatro y Telemadrid, huyo de uno y otro por ser, respectivamente, jaula de grillos y máximos exponentes de la pseudoparanoia. 

La información que me llega es, por tanto, sesgada, y con ella configuro mi opinión acerca de tantas cosas. Estoy de acuerdo en muchas cosas con unos, y en pocas con otros. Y con esos ingredientes, llegado el momento de decidir a quién querría, por ejemplo, votar, no me decidiría por ninguno de los partidos mayoritarios, así que supongo que mi receta recogería alabanzas de unos y de otros pero no contentaría a ninguno.

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