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martes, 12 de abril de 2011

De aquí a final

de curso me espera lo mismo que el año pasado. Esto es de lo que intenté huir en septiembre con la esperanza de encontrar un trabajo alternativo a lo que hago. Unos meses después, tengo 1,2,3,4,5,6,7... alumn@s y me paso el día yendo y viniendo. Por suerte no me preparo las clases, soy un profesor que tira de sentido común y no se me da del todo mal improvisar. Obviamente, imparto asignaturas que tampoco se me dan del todo mal, pero no se lo digáis a nadie. Ahora llega Semana Santa y toca grabar dos procesiones. Probablemente llueva, así que ¡viva Murphy!. El mes de mayo será un mes más que intenso en la mesa de edición  y culminará en junio con las jornadas de natación infantil, clausuras y demás obligaciones. Con un poco de suerte, volveremos a representar una obra de teatro infantil a primeros de junio, con el estrés que eso nos supuso a Landria y a mí hace unos meses. Los días cada vez serán más largos y las ganas de estar más fuera que dentro volverán más complicado el concentrarse en una tarea. Mientras tanto, habrá que dar el último empujón en sacarse alemán con cierta dignidad. Se me dan bien las buenas notas sin estudiar, pero uno aprende a ser humilde con los años. Entretanto, el cuerpo me pide quedar, jugar, ir al cine, bailar y besar a una (preciosa) desconocida. Hacerme un viaje, ¿por qué no? Porque no tengo dinero... Lo supliré con más de dos y tres conciertos que me cuesten lo que vale un tercio, y a volar. He bajado cuatro kilos en unas semanas y bajaré más durante la primavera. Llegará mi cumpleaños y no tendré nada que celebrar, sólo que soy más viejo. La declaración de la Renta me sale a devolver, y es una gran noticia, aunque lógica: quien poco gana poco le tienen que quitar. Viviré 4-1 clásicos entre el Real Madrid y el Barça, y me conformo con que ganemos la mitad+1. Por las mañanas me seguirá costando levantarme de la cama cuando suena el despertador, pero trataré de correr cada día con más ganas, sintiéndome libre por un rato. El verano lo pasaré aquí, salvo que me dé por hacer de nuevo el Camino. En el fondo no hay forma más placentera y económica de viajar a años luz de todo.

Seguiré pensando en mí, a falta de una tercera persona a quien mirar o de quien acordarme. El deseo y la memoria se vacían cada día más y más, como avanza la Nada en el cuento de Michael Ende.

Si queréis echar un rato, sabréis dónde encontrarme.

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