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domingo, 2 de enero de 2011

palabras

No sirvió para nada que llenaras el cántaro de miel.

Siempre he estado en medio, creo. No he sido capaz de formar parte de nada. Sintiéndome parte he podido pensar que me anulaba en la medida en que no era más que una pieza de algo más importante. Ha podido ser también la aversión hacia las etiquetas, hacia ser acólito de nadie. Miedo a apostar, a lo mejor, o a intentar arreglar las cosas entre polos opuestos, creyéndome prescindible en las disputas de otros. Es el problema de querer comprender a los demás y hacer el esfuerzo de ponerte en la otra piel, y la frustración de saber que a menudo eso es imposible. Lo sé. 

Arranca el día 2 con la misma extrañeza con la que he querido dejar atrás la década anterior (si es que la década no terminó un año antes). Sigue habiendo las mismas mentiras, los mismos falsos propósitos y las mismas sonrisas que encierran un 'yanosveremos' que nunca llega. Formo parte de ese circo, lo reconozco, y ya no es que cada vez me dé más asco, porque eso ya lo pasé, sino que ya no sé muy bien si soy el payaso gracioso, el payaso tristón o si he nacido para domador de leones. Estoy muy de vuelta. Llevo muchos años estándolo. Lo que no entiendo lo dejo a un lado; lo que entiendo y no sé cómo arreglarlo, lo dejo estropeado sobre el mismo estante. He probado a callar y a no hacer nada, me he encomendando a una solución espontánea en forma de ángel que me solucionara la vida, pero esto no es una película de Kapra. Callar ha provocado más silencio a mi alrededor, y no hacer nada ha generado más soledad. 

Echo de menos más palabras y el poder de saber emplearlas correctamente. Para llamar a cada cosa por su nombre. Para ser más y más consciente de lo que ocurre tan cerca de mí. Para que, usándolas, anime al resto a hacer lo mismo. Callar no es la respuesta. No callemos, ni hagamos como si aquí no ha pasado nada, porque pasan cosas, y si no salen de vez en cuando a la luz se aquilosan en el alma y te las llevas tan lejos que luego no sabes cómo traerlas de vuelta.

Es el momento de un cambio. Es el miedo que genera la mosquita muerta. Emborracha a un tímido y acércale un micro. Dale los mandos a un necio y dile que nos guíe. Este blog es fruto y parte de esa fase de transición, catalizadores aparte. ¿No pedí nada para este 2011? Me retracto. Pido más cambios. 

Y estoy en ello.

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