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domingo, 30 de enero de 2011

agua

No soy un robot, 
enchufado a los tiempos que corren.

Eran tiempos de preguntas sin respuesta y las ganas infinitas de vivir y no atreverme. Donde dejarte patillas te hacía sentir un niño grande, y jugar a ser mayor nos pilló un poco por sorpresa. 

Era ver una guitarra y acercarte.

Era fumarte una clase y sentirte libre. 

Ver un Kingston a rebosar donde escuchar agua y beber cigarros rotos. Hablar de nuestro futuro, vernos a nosotros mismos dentro de diez o quince años. Vernos ahora y sentir orgullo por haberlos disfrutado en pleno. Éramos más ambiciosos, creo, o teníamos menos miedo. 

Como cuando te conté eso de ser astronauta, o pensé en irme a estudiar a Francia. Cuando protestar cobraba sentido, los pasillos se convertían en una motivación, y el instituto se mostraba como un pozo sin fondo repleto de grandes proyectos.

Te recuerdo afinar el violín y ponerme la piel de gallina. Aplaudirte en mitad de una lección.  Reírnos de principio a fin desde la última fila. Tu admiración hacia Kant, y la debilidad ante Nietsche. Recuerdo tu perfil, mi amor secreto, y aquellas tertulias.

Me recuerdo a mí, y me pregunto dónde me he perdido.

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