Nacemos y morimos con frecuencia. Entramos en valoraciones sobre qué tal esto o cómo fue aquello y nos perdemos en balances y propósitos de año nuevo. No está mal, somos así. Hemos enterrado un año con nacimientos y muertes repentinas, y los que nacieron morirán algún día, siendo igual de grandes que sus viejos y logrando triunfos más impactantes. Ocupamos demasiado poco tiempo del total para que nos tengamos que sentir importantes. Limitémonos a pasar un rato agradable.
Entierro yo también el año con lo vivido a cuestas: la mochila cada vez está más llena de trastos que pueden serme útiles en un futuro, y también encuentra su hueco el lastre que sólo sirve para ir más cargado. Al nuevo le doy la bienvenida sin más. Es el peso de los días.
Escribiré.
Es lo único que prometo. Me quedan muchas tonterías que decir.
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