Aprovechaba yo esta mañana de resaca y en una salida temprana de trabajo quise retomar la buena costumbre de pegar carteles por farolas y marquesinas. Sí, he sido de esos.
Todo iba bien, el coche de la policía acababa de inspeccionar esa zona donde nunca ocurre nada los lunes a las ocho y contaba con el beneplácito de mañaneras y jubilados. Todo iba bien, insisto, hasta que un amable funcionario recién salido de su coche me informa de que no se pueden pegar carteles en Alcalá. Correcto, le digo, eso ya lo sé, pero la gente lo hace, no pasa nada. Discrepo, me responde, soy de Medio Ambiente y desde que esto es Ciudad Patrimonio te multan y te denuncian. Tu primera reacción es mirar a tu alrededor y preguntarle ¿de verdad cree que 'esto' es Ciudad Patrimonio? He estado en barriadas con mejor pinta. Pero te callas como una puta, pones cara de bobo sin mayor esfuerzo y respondes ¿ah, sí? Vaya... No me tiene que decir cúando celebramos ese título con fuegos y comparsas, pienso, he pegado decenas de carteles desde entonces.
Ciudad Patrimonio... me despollo. Lo somos cuando y para lo que nos interesa, y nos guardamos esa etiqueta para algo que sólo abarca unas pocas manzanas en las que emplazar empresas municipales a mayor gasto del consumidor y locales de tapas. Lo que me parece perfecto. Fuera de eso somos una ciudad vulgar, sucia, desestructurada y de gestión lamentable como muchas otras, donde la gente se queda sin trabajo, perdemos tejido industrial, pagamos una barbaridad en impuestos y seguimos leyendo carteles de Inchiriez. Porque es lo que hay, y no existe patrimonio en eso. Queremos ganarnos el pan para no anunciarnos como profesores de latín o alquilar una habitación céntrica y barata, y lo sentimos.
Así que nada, no pondré ninguna pegatina en el culo de Cervantes, que bastante tuvo el pobre con ser bautizado aquí. Me la guardo para estamparla en vuestra sede cuando perdáis las elecciones, y dibujar en ella una cigüeña en contraluz con un atardecer dorado, y un Hasta pronto como epitafio.
Ya lo decía el grafo en la marquesina: "El Fari vive. Seguimos en la lucha."
Ya lo decía el grafo en la marquesina: "El Fari vive. Seguimos en la lucha."
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