enchufado a los tiempos que corren.
Eran tiempos de preguntas sin respuesta y las ganas infinitas de vivir y no atreverme. Donde dejarte patillas te hacía sentir un niño grande, y jugar a ser mayor nos pilló un poco por sorpresa.
Era ver una guitarra y acercarte.
Era fumarte una clase y sentirte libre.
Ver un Kingston a rebosar donde escuchar agua y beber cigarros rotos. Hablar de nuestro futuro, vernos a nosotros mismos dentro de diez o quince años. Vernos ahora y sentir orgullo por haberlos disfrutado en pleno. Éramos más ambiciosos, creo, o teníamos menos miedo.
Como cuando te conté eso de ser astronauta, o pensé en irme a estudiar a Francia. Cuando protestar cobraba sentido, los pasillos se convertían en una motivación, y el instituto se mostraba como un pozo sin fondo repleto de grandes proyectos.
Te recuerdo afinar el violín y ponerme la piel de gallina. Aplaudirte en mitad de una lección. Reírnos de principio a fin desde la última fila. Tu admiración hacia Kant, y la debilidad ante Nietsche. Recuerdo tu perfil, mi amor secreto, y aquellas tertulias.
Me recuerdo a mí, y me pregunto dónde me he perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario