En cualquier tablilla aparecerá que el nombre Diego es de origen griego y significa "instruido".
Algunas características asociadas a las personas llamadas así son: sensibles, idealistas, activos, les encanta el estudio de cuanto les rodea, orgullosos, gustosos de la vida cómoda y de los viajes (su gran pasión). Otras fuentes añadirán además que soy: práctico e independiente, honesto y soñador, con facilidad para hacer amistades ya que tengo carisma y sé escuchar, romántico y un poco posesivo en el amor. Esto último me hace mucha gracia.
En realidad mi nombre forma parte de esas palabras jacobinas tales como Jacobo, Jacob, Yago, Iago, Jaime o Santiago, todas variantes en español del hebreo Ya'akov, que significa "sostenido por el talón". La etimología es algo más triste que la anterior, pero uno no elige su nombre.
Jacob y Jacobo son las formas más cercanas al original hebreo, Ykakov, que pasó al latín como Iacobus y de aquí a la forma castellana. Uno de los apóstoles de Jesús, Ya'koov, en el momento de ser proclamado santo fue conocido como Sanctus Iacobus en latín, lo que fue evolucionando en Sant Yago. Al ser el grito de batalla de los cristianos durante la Reconquista, se popularizó como una sola palabra y no dos, pasando a ser un nombre por derecho propio: Santiago.
Diego sigue la misma historia anterior, sólo que debido a una división mal hecha de la palabra en San y Tiago (el nombre del santo en portugués es São Tiago), Tiago surgió como nombre independiente y derivó a mi nombre. El proceso de separación fue el siguiente, aunque su evolución fue muy lenta y no está clara:
Sant Yago o Sant Iago → Sant Tiago → Tiago o Tyago → Diago → Diego
Este proceso es de sentido contrario al de fusión en Santiago, y hay quien dice que se vio influido por la latinización Didacus del nombre griego Διδακμος (Didakmós, participio que significa "instruido"), que dio lugar a Didaco o Dídac. No obstante parece ser que Didacus nunca existió en el latín hablado en la época romana. Se trata de una latinización medieval de un nombre preexistente, en este caso de Diego.
Ergo, nadie se llamó nunca Didaco ni nada parecido antes que Diego. La heráldica adjudica al apellido Diego un blasón cuartelado con dos veneras, símbolo del apóstol Santiago. Así pues, aunque se latinizase con frecuencia como Didacus por motivos de mero cultismo, no parece haber evidencias de que de Didacus derivase Diego.
Me gusta engañarme y pensar que mi nombre significa "instruido", pero es más intrigante saber que en verdad nace de un santo que ha perdido su primera sílaba, y con ella toda condición divina. Es como si un ángel hubiera perdido las alas, y queda el hombre.
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