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miércoles, 19 de enero de 2011

Manto de nieve

Europa está cubierta por un manto de nieve, y ver las orillas del Támesis o los Campos de Marte pintados de ese color me recuerda inevitablemente a mi periplo por Centroeuropa, hace ya algún tiempo. 

No ocurrió nada especial en ese viaje. Lo hice solo, como tantas cosas, y en resumen fueron dos semanas de pensar mucho, de dejar la mente en blanco y de perder cinco kilos a base de caminar una barbaridad y limitar mi dieta a comida y media al día (presupuesto ajustado, supongo). Recorrí unos cuantos kilómetros y me bajé en no pocas estaciones. Disfruté sobre todo de los trayectos en tren, de las noches, de las calles de Berna, de las cervezas al calor de bares llenos de gente que hablaba extraño, de la generosidad en Nüremberg, del tequila, del buen trato en Ginebra, de la concentración contra Bush en Mainz, del plato caliente en Colonia o de la extrañeza en Berlín... 

Hubo momentos buenos y malos, mejores y peores. Desmayarte en medio de una macrodiscoteca de rock por el cansancio no es una bonita experiencia, y tratar de dormir en el ascensor de un apeadero para despertarte a causa del frío no mola nada, pero con el tiempo te ríes. Vi y aprendí un porrón de cosas, de lo de fuera y de lo de dentro. 

Vine distinto, pero lo importante es que vine, con más experiencias que antes en la mochila, y con ganas de volver a partir.

1 comentario:

  1. Yo recuerdo aquel problema que tuviste con la llave del albergue en Copenhague...

    Sí que debe de ser una experiencia, yo me he quedado con las ganas.

    ¡Un abrazo!

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