Orion dejará de ser un reloj de arena. No sabemos si eso ocurrirá el año que viene o dentro de un millón de años, pero cuando miremos al sur en una noche de invierno se nos tiene reservado un bonito espectáculo que si no nosotros, seguro que nuestros nietos o las hormigas que gobiernen el mundo tras habernos autodestruido gozarán con gafas 3D y música de Wagner como acompañamiento.
Es lo que tiene el cielo. Piensas que la foto es así siempre y de repente surge un cambio que te recuerda que a pesar de todo viajamos en montaña rusa. Como si miraras la pinta de gilipollas que tienes el día de tu Comunión y sin esperarlo esa cara que te sabes de memoria te saca la lengua dentro del marco. Eso ocurrirá con Orion y su estrella Betelgeuse, que sin habernos dicho nada resulta que es una supergigante, y como todo en la vida, el éxito desmedido acaba con cualquiera.
Todos nos acordamos del Hale-Bopp en el 97, cuando miraras donde miraras ahí veías el cometa con sus dos colas alcanzar el tamaño de un balón y volverse tan luminoso que sólo Sirio y la Luna podían con él. Y fue increíble. Betelgeuse explotó en una supernova hace unos 25 millones de años y ahora lo veremos, y bailaremos con paraguas, a lo Gene Kelly, bajo su polvo de estrellas, y todo será guay.
Nuestro sol ya pasó la menopausia y aún así le queda algunos millones de años para jubilarse, así que tranquilos: nos queda playa para rato. Ya lo dice el twitter que me descubriste ayer: "Nervous? In 5 billion years the sun will burn out and nothing you did will matter. Feel better?"
Pues eso.
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