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miércoles, 18 de julio de 2012

Doctores y cigarras

Junto a la estación de tren, un doctorando en física se ofrece para clases particulares de física variada y cocina vegana para principiantes, amén de calor humano y conversaciones sobre Erasmo con Erasmus. Todo ello en un pack cerrado al increíble precio de 10 euros/hora (también facturable en pesetas). 

Lo cual muestra la capacidad del futuro doctor para ganarse la vida, ya que la cosa está como está y dónde va a estar mejor que en casa, prolongando unos años más su ya dilatada vida estudiantil en espera de tiempos mejores. Ha puesto rumbo en contra de los más de 40.000 jóvenes hiperformados (cifras nunca mensurables) que han optado por buscar pasta y algo de sí mismos al norte de los Pirineos porque al sur nadie les hacía mucho caso, y al fin y al cabo la capacidad de improvisación del buen español siempre le permite encontrar sol, playa y cañitas en cualquier rincón del mundo.

No quiero ni pensar en qué consecuencias tendrá todo esto a medio o largo plazo, porque me han enseñado a no planificar en esos términos y quedarme en el aquí y ahora; a pensar mal o bien, pero tarde; a no preocuparme cuando las cosas van de escándalo y a echarme las manos a la cabeza cuando ya es demasiado tarde. A ser cigarra, en vez de hormiga, y a malgastar mi potencial en spas y picarescas.

A menudo me avergüenzo de vivir donde vivo, pero luego se me pasa al recordar que tampoco me siento orgulloso de lucir color alguno, y que al fin y al cabo uno poca culpa luce en determinado tipo de cosas.

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