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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Por escrito

Si ya es difícil comunicarte con alguien, ceñir dicha tarea al intercambio de emails se convierte a veces en un verdadero quebradero de cabeza. 

La gente, que ya de por sí es mal pensada (y con todo el derecho), a veces te sorprende cuando demuestra que, además, puede ser retorcida. Luego te llevas cabreos, decepciones y exclamaciones varias cuando ves (lees) que lo que escribiste sin poner mayor cuidado ha sido malentendido, tergiversado o manipulado. Y uno entona el mea culpla (mea, mea), y reconoce que podría haber hecho las cosas de otra forma... venga, sí, aceptamos barco. Pero ese uno comienza también a estar algo hartito de ser políticamente correcto hasta estando a solas, de no poder llamar al pan "pan" y al vino "vino", y de tener que solicitar por burofax que cada cual, si algo le ha molestado, pregunte antes de dictar sentencia.

Porque no tengo que pedir perdón cuando el feedback viene envuelto en malos modos, y porque creo que cada cual siempre puede recurrir al bonito ejercicio de matarse a pajas, fumarse las macetas y trabajar su inexistente tableta de abdominales antes de emitir un juicio precipitado, erróneo y gratuito sobre cosas que, dicho sea de paso, no tiene ni la más puñetera idea. 

Y ahora, con vuestro permiso, seguiré mis propios consejos. 

Comenzaré con las macetas.

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