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miércoles, 12 de octubre de 2011

A unos 330 grados,

siguiendo el sentido de las agujas del reloj, te encuentro casi siempre concentrada frente a la pantalla, y algo me seduce de tu rostro (será que siempre me incliné por las morenas) y de tu forma de hablar, con ese acento extranjero tan bien disimulado. Me pregunto entonces qué es lo que me llama la atención de una persona (más allá de una belleza imperfecta o un gesto acertado), etiqueto la incógnita junto al resto y añado un +1 en la maleta de los enigmas pendientes de resolver, justo al lado de aquel sobre si los peces son mudos, y de ese otro sobre el porqué de las telas de araña.

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