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viernes, 9 de septiembre de 2011

La patente olvidada

Sé que pedirte que no me cuentes tantas cosas a las dos de la mañana es como suplicar a Maná que no incluyan la palabra "amor" en todas sus canciones. Sé también que son horas en las que quien trabaja en solitario busca a quien se finje desvelado para llenar su vacío. Y sé por último que todo lo que escucho es verdaderamente interesante, pero falla el lugar y sobre todo el momento.

Con una copa de más, exceso de calor y al borde del mareo bajo un tubo fluorescente, me da la impresión de que tras esa imagen de vigilante se esconde una mente privilegiada, y hablas de tiristores, bujías y condensadores de flujo (¡Socorro, McFly!) de la misma forma que yo les descubro a mis alumnos el maravilloso mundo de los quebrados. Y uno se pregunta qué pudo impedir que tus ideas, tus inventos y tus conclusiones nunca buscaran reconocimiento y fama algunos, por qué nunca se te ocurrió vivir bajo el éxito de tus patentes, y cómo el resto perdimos una oportunidad de vivir en un mundo mejor.

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