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domingo, 11 de marzo de 2012

191+1

Todos los presentes me conocen y saben que soy incapaz de seguir callado. Hay ocasiones en que callar es mentir, porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia. Aquí donde estamos es el templo del intelecto. Vosotros sois los que profanáis sus sagrados recintos: venceréis porque tenéis la fuerza bruta, pero no convenceréis, porque para convencer tendríais que persuadir, y para persuadir no tenéis lo que hace falta: la razón y el derecho.
Unamuno (1936)

Lo que te decía, que somos muy raros. 

No somos capaces de ponernos de acuerdo en nada, y algo tan sencillo como el recuerdo a unas víctimas, que en el fondo y en potencia somos todos, nos empeñamos en seccionarlo en dos corrientes divergentes. Que si cerrado o abierto, presentes o ausentes, dimes o diretes. Ni siquiera coincidimos en el número de muertos, porque habrá quien defienda que una embarazada vale por dos, y otros dirán que uno y va que chuta. Somos especialistas en esto de desempolvar la vieja canción de las dos Españas, defender cada cual la cara que le toque de una misma moneda y no, no nos aburrimos, porque vale que todo (o casi todo) atienda a matices y demás, pero por una vez ya nos valdría no utilizar lo primero que agarramos para entrar en polémicas de siglas, elecciones y titulares vacíos. Por una vez, podríamos apelar a una talla intelectual que se nos presupone, hablar desde el corazón, y empeñarnos en buscar lo que de verdad nos une. Insisto, y me repito, en que es mucho más (o eso quiero creer) que lo que nos diferencia.

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