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jueves, 26 de enero de 2012

2/2

Salgo de casa (algo más temprano), mas la ruta a seguir es diferente. Los escolares más rezagados caminan en fila india por la puerta de entrada y, tras la esquina, dos chicas lucen sin querer sendos murales violeta y pistacho. (A unos metros, el más duro apura su cigarro sentado en un capó.) Doblo de nuevo, y un loro de color predominantemente amarillo suave yace tieso sobre el asfalto, el mismo (loro) al que trataré de no pasar por encima sólo unos minutos después. En la radio escucho una emisora de corriente tedeteriana donde fusilan verbalmente a Garzón recordando, de paso, la masacre de Paracuellos. Es curioso (y útil) escuchar más de un punto de vista los días impares, aunque a ratos dé arcadas. Llegando a un primer destino, me cruzo con el tipo de barba infinita y bastón que veo de cuando en cuando llegando a la oficina. “Camina desde lejos”, pienso. Arranco de nuevo el coche, y me da por leer pancartas y pintadas: “Resistencia”, “11-Mentira”, “Los españoles primero”, “Iberpacking despide y no paga”… El mismo tipo de barba infinita y bastón. “¿Dónde irá?”, me pregunto. Paso la tarjeta por el torno, y vuelvo a cruzarme con la mujer que se quedó examinándome la tarde anterior. Interesante. Me falta tiempo para sacar un café de máquina: cappuccino con chocolate (lo más parecido a un café con leche convencional de toda la vida). Es gratis. Desempolvo el manual, inicio el protocolo de las nueve y termino sentado frente a una pantalla encendida. Preparado para no hacer nada.

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