Prohíben la marcha, manifestación, procesión o X que iba a tener lugar en Lavapiés, promovida (entre otros) por la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, y me jode. Era un acto que venía no sé muy bien a cuento de qué, ni qué querían reivindicar justo en estas fechas. ¿El fin de las procesiones, el adiós a la Semana Santa? Supongo que dar un poco por culo, en algo que resulta absurdo además de oportunista, pero en cualquier caso no me gusta que se les haya callado la voz por vete tú a saber presiones de qué tipo.
Si lo que quieren es apostatar, que reclamen la plena libertad y facilidades burocráticas para poder hacerlo, pero no entiendo a cuento de qué burlarse de lo que otros crean o dejen de creer. Los actos de Semana Santa trascienden lo religioso y se convierten en algo que forma parte de una cultura que, mal que nos duela, bebe de la religión católica. Es folklore y tradición, y yo que no soy creyente lo encuentro hasta emotivo en según qué momentos. ¿Eres ateo? Enhorabuena. ¿Eres creyente? Mejor para ti, que encuentras consuelo. ¿Nos fastidia que corten cuatro calles porque procesiona la Antigua, Insigne y Fervorosa Hermandad del Cristo del Azucarillo Edulcorado? Tío, vete a la playa si puedes y si no quédate dentro del bar. Nadie te critica porque te vayas a jugar al pádel en lugar de ir a misa los domingos.
En cualquier caso, si quieres salir a la calle y decir cuatro cosas, dilas. ¿Provocar por provocar? Tal vez. Pero si no estamos dispuestos a escuchar lo que nos duele, manipulado intencionadamente o no, es que tenemos miedo de darles, tal vez, parte de razón. Y si a estas alturas callamos al de al lado sólo porque no nos gusta lo que tiene que decir, es que vamos dando pasitos hacia atrás sin darnos cuenta. Y como creo que nadie quiere volver a quemar iglesias ni etiquetar al otro sólo por según a quién rece o deje de rezar, pues seamos coherentes con lo que pedimos para nosotros. En ambos sentidos.
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