Y llegó un día marcado en el calendario, aunque con tinta invisible: la visita al piso piloto. Suena extraño, porque ni es tu piso ni estás en esa fase de picoteo de aquí para allá para decidir dónde vas a plantar el culo durante los próximos años, pero para el de al lado firmante, que se metió en este lío hace casi ya un par de años, pasar de ver un dibujito a escala a palpar cómo será el váter en el que pasarás tantos y tan buenos momentos es un paso del cual me he querido hacer eco. Disculpen mi entusiasmo.
Maldita visión espacial. Es como si ya hubiera estado ahí antes. Ahora el dormitorio, a tu derecha el baño. Y yo haciendo fotos, como un japonés, y anotando mentalmente: "aquí va la toma de teléfono, aquí un punto de luz, arriba la llave de paso, y los armarios... joder, 500 euros cada uno... va, sin armarios, ¿y la persiana de la cocina?, hay gotelé en el techo" bla, bla. Y todo esto entre amigos, claro, con otros diez o quince futuros vecinos, entre los que me fijo nada más entrar (por el salón) en la de enfrente, compañera de rellano y probablemente necesitada de sal y otras cosas en algún momento de nuestro largo y esperado futuro casijuntos. (Suspiros.)
Un primer paso, insisto. "¿Y cómo pondré el sofá?" Grita mi cabeza. "Calla, hombre, ya habrá tiempo", le respondo. Y así, un debate a dos bandas que me agota en el ratillo que estás dando vueltas, mirando y remirando. ¿Y será luminoso? ¿Y aislan bien las ventanas? Oh, bullshit!. Si con que no me moje si llueve y tenga dónde enfriar la cerveza, de verdad que me contento. Viviré como un eremita ahogado en su deuda y sin dinero para calefacción, si las cortinas combinan o no con el añil de tus ojos no es algo que me preocupe por ahora, darling.
Y ahí vamos, haciéndonos mayores con eventos de este tipo, lanzando guirnaldas al aire y tocando el trompetín. Como extra, además, te regalan kilo y medio de acojono para que te lo lleves y lo calientes antes al microondas. Minuto y medio. Al sacarlo, no ves en él las ganas de autodependencia, no, que esas ya las pones tú, sino la inquietud de si te dejarán o no explotarlas (las ganas).
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