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viernes, 3 de agosto de 2012

Desde la distancia

todo es relativizable. Recuerdo, por ejemplo, las palabras de Pedro Duque tras su primer asalto al espacio, en las que reflexionaba sobre lo absurdo de las líneas fronterizas desde tan arriba, pero otro ejemplo gráfico lo encuentro, a bote pronto, en los planos que Aménabar rueda en Ágora (sin duda lo mejor del film), en los que el odio que inunda las calles de Alejandría se observa desde el cenit.

Viajar, marchar, dejar pasar el tiempo y tomar distancia es, por ello, tan sano como el aire que tú y yo respiramos. Porque sólo así podemos (puedo, al menos) tomar conciencia de tantas cosas y poner en su justa balanza todo aquello que nos despierta una sonrisa, un recuerdo o las ganas de llorar.

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