las plazas vuelven a llenarse, mal que a muchos les pese y lo disfracen de revueltas, altercados y falsos profetas. Plazas que sólo cambiaron su nombre, pero que nunca se quedaron vacías.
Un año después echamos la vista atrás y todo y nada ha cambiado. Conservamos las proclamas, y siguen siendo los mismos aquellos a quienes las enfrentamos, pero persiste la desazón y no se cura el desconsuelo.
Un año después son otros los que nos miran desde arriba, y quizá seamos otros, más variados, más consientes, los que gritamos desde abajo. Pero siguen sin vernos, y seguimos sin ser oídos.
Dentro de un año ojalá podamos volver a escribir eso de "Un año después", con menos motivos que en el presente, y más ganas que nunca.
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