Uno se pasaría la vida viajando y encontrando en las pequeñas historias que nos rodean su único alimento. Casi todas esas pequeñas historias mueren olvidadas más allá de dos o tres privilegiados que acertaron al estar allí presentes. El resto decidimos morir lentamente frente a la pantalla de un ordenador, habiendo afirmado mecánicamente con la cabeza que esto de las ondas nos abre la puerta al mundo, y olvidando de manera incomprensible que el mundo es todo aquello que rodea a la pantalla de un ordenador.
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