Tiene toda la razón la señora Carmen (a quien no tengo el gusto de conocer más que de su comentario en un artículo) en aquello de que en esta ciudad se construyen más gimnasios que bibliotecas, para que luego vayamos con la bandera de patrimonio de la cultura... PLAS - PLAS - PLAS - tacón - vuelta.
Pues sí, la misma cara de gilipollas con la que me levanto se me quedó cuando fui a buscar qué bibliotecas quedaban cerca de mi casa. De cabeza no me sonaba ninguna, pero uno siempre espera que alguna se esconda en la trasera de algún bar de tapas, aunque sea, promocionando la lectura de contrabando. Y es que leer es muy caro, no nos engañemos, y la infraestructura que arrastra no digamos. Mesas, sillas, estantes, luz (¡con lo cara que está, oiga!), una o dos personas que atiendan... vamos, vamos. Que no, que no merece la pena, coño, así que los niños (y no tan niños) que se descarguen pdfs P2P y los lean desde el móvil. Pero ojo, que finjan estar whatsappenado, no sea que los miren como a bichos raros y les quiten el bocata de las once.
Todo un distrito sin libros... Se dice pronto (sólo son cinco palabras, va...). No habrán tenido tiempo estos de los partidos, entre tanta foto y demás. Se entiende... Y lo de los gimnasios está muy bien, ¿eh?, que yo no me opongo (au contraire!). Un empresario hace con su dinero lo que le viene en gana. Además, hay que invertir en salud, proteínas y pistas de pádel, que uno luego quiere rendir en la cama y si está oxidado la vergüenza es doble. Lo malo viene después, que por no salir huyendo habrá que hablar de algo, digo yo, y es posible que alguno de los dos no siga el GH.
yo solo leo, pero siempre el mismo libro
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