Tímida, la chica agarró el micro para darnos la buena nueva: "la crisis la habíamos generado todos". Se oyeron un par de pitidos y un hombre a mi lado gritó que de eso nada, pero por suerte no se amedrentó y se explicó ante una audiencia más que respetuosa.
Supongo que es fácil (cómodo e inmediato) culpar de nuestros males a los demás. Si grito desde estas líneas no pretendo cicatrizar mis males con una mala suerte no buscada, complejos generacionales inventados o defectos que vienen de fábrica. Sólo son suspiros con diferentes vestidos. Sólo me quejo, que es algo a lo que todo el mundo, más allá de sus pecados o razones, tiene derecho.
La crisis la generamos todos, sí: a cada minuto y en cada decisión que tomamos. Si las calles están sucias la culpa no sólo es de quien no barre, sino de quien quiso tirar la lata. Si hay atascos y no donde aparcar el crimen no es sólo de las instituciones, sino de quien coge el coche para todo. Si nos dan por culo es porque nos pillan agachados. De cajón. Porque en el fondo somos niños malcriados, yonkis de teta y modelos de capricho y pasarela. Vamos a nuestro aire y nunca aprendimos a ver sino el mal ajeno.
La chica tenía razón, y pedía que aprendiéramos a ver la crisis que también llevamos dentro y a hacer, por una vez, las cosas bien. Si todos lo cumpliéramos, al resto (vecinos, políticos y mandatarios) no les quedaría más remedio que imitarnos.
La chica tenía razón, y pedía que aprendiéramos a ver la crisis que también llevamos dentro y a hacer, por una vez, las cosas bien. Si todos lo cumpliéramos, al resto (vecinos, políticos y mandatarios) no les quedaría más remedio que imitarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario