Me duelen las piernas, pero a un mismo tiempo siento que resisto más que antaño. Debe ser un dolor lentamente adquirido, fruto de algún tipo de esfuerzo gradual que supo convertir la carne en músculo y el recelo en indiferencia.
A veces, las cosas se tienen que hacer sin más, sin vueltas ni marañas. Sólo impera entonces la absoluta convicción de tener que hacerlas, y el firme propósito de que mañana, cuando despertemos, sabremos que hicimos bien.
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