¡Ojo la que lía la familia...! Si es que ya me dijo mi abuela que uno ya no se puede fiar de nadie, y qué verdad es. La cosa es que hemos puesto el grito en el cielo por no sé muy bien qué. ¿Por lo que cuesta una escopeta? ¿Por cuándo la sacas a pasear? ¿O porque uno no la emplea precisamente para el tiro al plato?
Aclarémonos, porque parecemos recién salidos de Calamocha (con perdón) y caer así de golpe en la city nos tiene algo despistaícos. ¿Desde cuándo un rey no sale por ahí a pegar perdigonazos? ¡Si está en el contrato! Entre discurso que le escriben y cita con los jeques, uno mata el tiempo cazando osos, navegando en Mallorca, tirando de burdeles y yéndose las carreras, como debe ser. ¿No le pagamos? Pues cada uno hace con su dinero lo que le viene en gana. ¡Faltaría! Y si no nos mola, guillotina y III República, que no seríamos los primeros. Además, el abajo firmante (o no) se apunta a las trincheras, que luego escriben de ti y hasta te hacen secundario de lujo en musicales.
Sí, hombre, sí... bienvenidos. Es más cachondo lo de la capa, corona, barba y justas, como hablabais en la radio, pero ahí le tienes, preservando la tradición e inculcándosela a los nietos, y que no falte.
Y luego está el tema del elefante, que es lo que más gracia me hace, y sobre lo que me hago eco de las palabras de un ex-profesor de quien, desde su obvia parcialidad por el tema (como la que todos mostramos), guardo un excelente recuerdo:
Damas y caballeros, soy español y zoólogo, por tanto de ese Rey y de conservación de elefantes sé un poquito, sólo un poquito. La caza mayor en África es uno de los argumentos de desarrollo sostenible y conservación más importantes. Se abaten solo individuos viejos, bajo un estricto control biológico, y elegidos por las autoridades de conservación y gestión cinegética. El viaje, alojamiento, estancia y tasas que paga el cazador alimentan y sostienen a una industria que favorece a las poblaciones y etnias implicadas, constituyendo un recurso de primer orden en lucha contra el hambre y la pobreza en estos países. Además de empleos y trabajo, la carne del animal se dona a la etnia donde es cazado. Quieran ustedes entenderlo o no, en los lugares en los que se gestiona bien la caza mayor, hay más elefantes, gorilas y chimpancés, más selva y tribus que conservan sus costumbres, además de seguridad, ausencia de guerrilleros, escuelas y dispensarios sanitarios. Es muy fácil hacerse el sensible desde la comodidad de sus casas, pero vayan ustedes allí, como hice yo, y vean la cara que se le pone a un oriundo del lugar cuando un urbanita conservacionista de sofá y porro le dice que deje que ese elefante viejo se muera y se pudra sobre el suelo, en vez de que vaya un cazador europeo y pague una plata con la que vive toda la tribu casi un año.
Fernando López-Mirones
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