Mi casa huele a madera: el mismo olor de hace tantos años, cuando desapareció el frío del terrazo para acoger la calidez de la tarima.
Mi casa ya no es mi casa: es un hogar, y cada día duermen más coches en los garajes, y más ropa lavada se exhibe en las terrazas.
Mi casa ya no está sola, pues se cuentan los locales que lucen sello de 'adquirido': una panadería aquí, un bar-restaurante al lado, farmacias, peluquería, fisioterapia...
Mi casa ya no está lejos, pues me veo en sus paredes, e invertí mucho en la apuesta de un futuro en común.
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