Anoche sentí cierta curiosidad por ver la sección de deportes del informativo público, ése que presuponemos se hará eco de toda la actualidad con rigor y de manera intencionadamente objetiva. Lo que se desea en todos por mera ética de primer ciclo, vaya, pero bueno, parece ser (tachán tachán) que el ordenante de tu nómina rige los destinos de las palabras.
Sentí cierta curiosidad, lo dicho, que terminó en bastante decepción, y es que hay que ver cómo es la tele. Me dije (oh, iluso): ¿hablarán de motos? Más que nada porque en tiempos en los que tenían los derechos llegaron a ser extremadamente cansinos. Y hay que ver cómo son los cosas, amigos, que pasamos del todo a la (casi)nada con la misma rapidez que de la sonrisa al llanto, y un deporte pierde su interés informativo en el instante en que otra firma luce al término del contrato. Ay, ay, ay... y yo con estas barbas.
Interés informativo... (Redobles.) Para que luego vengan a darte seminarios en la facultad diciéndote lo hermosa y valiente que fue nuestra elección, bla bla bla. (Aplausos.) Bonito es el oficio de alfarero, por ejemplo, que no rinde cuentas a terceros embriagados de sí mismos, seducidos bajo el influjo de vete tú a saber qué lado de la cama. Alfarero, por ejemplo, que moldea con sus manos el fruto de su imaginación, eso que aprendimos a no utilizar bajo el amparo de un buen cheque.
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