You are my sweetest downfall.
A veces me viene la idea de que arrastro a quienes me rodean a una cierta insatisfacción consigo mismos y con su vidas. Sus problemas, como los míos, vendrán motivados por otras causas, lógicamente, causas que a veces se me escapan y problemas en los que poco puedo aportar para que se solucionen, salvo mi escucha y mi comprensión.
Sin embargo la idea está ahí, y viene motivada por un antes y un después de que las personas me conocieran, y entretanto saber de sus batallas y contar entre sus pérdidas la de ese brillo que encontré un día en sus ojos. Diréis que es el tiempo, quizá, que a todos nos vuelve viejos, o que Dios los cría y tengo esa especial predilección por asociarme con aquellos que encuentran refugio en la monotonía, la soledad, la apatía y el individualismo.
Sin embargo la idea está ahí, y viene motivada por un antes y un después de que las personas me conocieran, y entretanto saber de sus batallas y contar entre sus pérdidas la de ese brillo que encontré un día en sus ojos. Diréis que es el tiempo, quizá, que a todos nos vuelve viejos, o que Dios los cría y tengo esa especial predilección por asociarme con aquellos que encuentran refugio en la monotonía, la soledad, la apatía y el individualismo.
Sin embargo me vuelve la idea de que soy lo que proyecto en mi entorno y de alguna forma convierto lo que me rodea en un reflejo de mí. Lo que devueltve esa imagen no me es grato, y me pregunto qué fue antes, si el entorno o yo. Qué cambió a qué, si es que hubo tal cambio. Y si fui yo, qué hay dentro que así lo provoque.
Todos tenemos problemas, y sin embargo surge a veces la idea de aquel que elige mi opción apostando al caballo equivocado, y la certidumbre de que le iría mucho mejor si siguiera otros caminos.
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