Basta un mensaje de texto, una llamada, un like en Facebook, un comentario en este blog, una palabra acertada, una mirada que se prolonga más allá de lo políticamente correcto, un abrazo o una sonrisa. Cualquiera de estas señales es suficiente para alegrarme el día.
No pido tanto, creo, sólo una bocanada audible que me recuerde que no estoy solo en esto. Que alguien al otro lado del muro, quien sea, ponga mi inicial en su pensamiento, y nombrarme le empuje a actuar.
Cuando sucede, cuando el otro decide emplear su tiempo en mí sin mayor motivo que querer hacerlo, y con eso me ayuda a dar otro paso más, mi vida cobra el sentido que había perdido un minuto antes, las fuerzas se renuevan y afronto el resto del camino con otra cadencia en mi forma de andar.
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