Una de las medidas más empleadas para cuantificar la magnitud en los fenómenos sísmicos es la llamada Escala de Richter o de magnitud local, y no siendo la más precisa sí es sin duda la más popular.
Su fórmula viene dada por la siguiente expresión:
y nos pone a todos un poco el culo prieto, porque siempre ha habido algún logaritmo que se nos ha atrancado de pequeñitos. La razón de que siga una escala logarítmica es que los terremotos, al igual que otros muchos fenómenos de la naturaleza, aportan unos datos susceptibles de ser mensurables que cubren un abánico muy extenso. Emplear una escala lineal supondría obtener gráficas de crecimiento exponencial, y no ganamos para papel. Hacerlo de esta forma hace que cada rallita en los ejes no guarde una diferencia constante sino un cociente constante (1, 10, 100, 1000...), y así el crecimiento exponencial queda reflejado por una función lineal, mucho más agradable a la vista. Nuestro oído, sin ir más lejos, funciona de manera logarítmica, lo que quiere decir que cocientes iguales de frecuencias son interpretados como diferencias iguales de tono, y por eso el decibelio, unidad de intensidad acústica, responde a una fórmula parecida a la anterior. Otros comportamientos como el brillo estelar, la entropía o la estupidez humana, requieren también de este truco.
Volviendo a los terremotos, tan de moda, recojo de la Wiki datos tan llamativos como que el de Japón (de grado 9) es el cuarto en magnitud desde que se emplea esta escala, superado únicamente por el terremoto del Índico en 2004 y el de Anchorage (Alaska) en 1964, ambos de escala 9'3, y el de Valdivia (Chile) en 1960, de 9,5. El de Haití fue únicamente de 7, y de esos ocurren unos cuantos al año sin mayores consecuencias. El de Japón ha sido, en cambio, 60 veces mayor (cada grado equivale a 30 veces más en intensidad), ha desplazado un metro la isla y el eje de la Tierra ha modificado su inclinación en 10 cm. No está nada mal.
A diario tienen lugar miles de micro sismos en todo el mundo, la mayoría imperceptibles. Sin ir más lejos hace un par de días se registró uno en Santiago de Compostela de magnitud tres con algo. Uno equivalente al de Japón ocurre de media cada pocos años, y sus efectos, también según la Wiki, pueden llegar a ser devastadores en áreas de cientos de kilómetros, especialmente cuando el epicentro tiene lugar a escasos kilómetros de una costa y se genera un maremoto tectónico o tsunami, del japonés 'ola de puerto'.
La televisión y las redes sociales se han encargado durante todo el fin de semana de confirmárnoslo, y pensar que conozco a gente que vive allí sí hace que se me ponga el culo prieto, mucho más que ninguna expresión matemática.
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