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lunes, 14 de marzo de 2011

algo sobre señales

Tal vez pido lo que no doy. Es un error muy frecuente, el del pataleo irredento que nos ubica en el epicentro de todo lo importante y desde el cual exigimos, caprichosos, a los demás aquello que no sabemos o no queremos mostrar. Por otra parte creo que doy más de lo que pido, porque a poco que lo haga (dar) aprendí desde bien pequeño del no al tiovivo y a las chuches. Gastarme cinco duros en un palo de regaliz era un trofeo y tener mi propia colección de cromos un privilegio cada vez que mi padre me sorprendía con un sobre de cinco. Todo lo que gano lo ahorro y mi único gasto es la caña del fin de semana y alguna escapada al cine (lo reconozco), así que salgo barato cuando irrumpo en casa ajena y me sé capaz de vivir más bien con poco y sin tocar mucho los cojones.

Dicho esto, el uno de marzo escribí, como dices, algo sobre señales, y no es una petición ni mi compromiso firme para un trueque de emociones. Aquella entrada surgió por el motivo pertinente, y este blog es la botella desde la que lanzo mensajes a quien quiera perder su tiempo en leerlos, pero no vía de comunicación para nada ni nadie. Soy silencio en las distancias largas y poco ruido en las cortas. Recibo tu mensaje bajo un soportal que me resguarda de la lluvia mientras el bruno de enfrente me habla del color azul y no es momento de responder a nadie. La red no es la herramienta para nosotros, que somos más de alicate y escoplo, así  que tranquilo. Tampoco es mi ventana al mundo, y si lo fuera tengo tantas (ventanas) que resulta complicado para cualquier visita cotillear lo que ocurre dentro. Y tampoco lo son mis mensajes, ni el teléfono o el tam tam de los timbales. 

Me preguntas qué me cuento, pero no soy un gran tema de conversación por ahora. (Re)quieres también algo de mí, pero me vuelves a pillar en renuncio. Decirte, por lo demás, que estoy, porque no me he ido. Y que vendrán tiempos mejores, seguro, porque aunque tengo abono en palco del vaso semivacío, mis ojos que no son azules no me impiden ver el líquido, y por eso, como tú, apelo al intercambio de pupilas.

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