De niño medio aprendí que no se pueden sumar peras con manzanas: las unas con las unas y las otras con las otras. Y así se lo he intentado transmitir a muchos de mis alumnos. Con la multiplicación ya es otra cosa, se suman los exponentes y se restarán para su inversa (la división).
Por supuesto, hablo de operaciones algebraicas (aritmética de polinomios), pero hace unas semanas me pareció ver un lindo gatito, y escuché de nuevo un discurso muy similar de boca de la (señora) Botella, alcaldesa potencial desde mucho antes de las elecciones, para aquellos ilusos que votaron al ministro. La tapada, lejos de las matemáticas (donde hay que pensar de vez en cuando), hablaba del matrimonio entre homosexuales, y podéis imaginar el resto.
Esta tipa, sucesora de otros ilustres dirigentes (algunos encima fueron electos), suele dotar de una enorme profundidad a sus mentiras, y muchos de sus argumentos merecen sin duda hasta el gallifante del programa, así que cuando comenzó con la naturaleza diferente en los componentes de ambas frutas no me resistí a darle un aplauso con las orejas. La delfina, mujer de méritos, pertenece a ese nutrido grupo de quienes sufren urticaria cada vez que dos personas del mismo sexo se cogen de la mano, los mismos que buscan “matrimonio” en el diccionario para justificarse, y aplican luego esa misma rigurosidad en su parloteo al hacer pausas entre artículo y sustantivo para no cagarla demasiado.
¿Tenemos lo que nos merecemos? A veces no. Pero siempre podemos abrazar las palabras de Tierno, que al menos sugieren un camino de evasión ante tanto cachondeo, por lo que ¡el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!
¡Grande!
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