Asusta saberte indiferente a tantas cosas. Medir un grosor cada día más grande en ese armazón que te protege, y reaccionar sin asombro alguno por el resultado. No es cuestión de torres o castillos, príncipes al rescate y perdices como postre, es simplemente que no estoy hecho para salir sin correa. Y aunque soy de brújula fina, pierdo el norte también yo, y me empeño en confundir la pista buena si sigo el rastro de lo aprendido.
¿Que qué quiero? Tengo twitters, correos, blogs, canales propios, páginas web, smartphones y una lista de espera inabarcable de personas y empresas deseosas de ser amigos míos. Me expongo tanto que hasta queda algún atrevido que se despierta un buen día y dice conocerme. (Ya ves qué cosas digo.) Pienso con doble núcleo, soy multitarea y cuando me aguantáis la mirada más de lo programado cuesta desfragmentarme de nuevo. Me bloqueo a menudo, y aún no habéis descubierto el comando de reinicio, eso es todo. No os preocupéis, expiró la garantía, pero guardo en algún lado un manual escrito en mi idioma inventado, por si os sirve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario