Llegaron las repajas, oiga, y yo (que fui tres veces Grande de España) tampoco sé de lo que hablo.
Con las repajas no hay cuesta de nada (porque nada cuesta) ni ausencia ni llanto (porque estoy aquí y ahora, y la sonrisa va en el precio). Si me duele, me jodo, y si me estreso me la casco. Tal cual.
Repajas en objetos y objetivos, en objetividad y objetores, en criterios, en tangana y palangana, en burlas y burlesque, en cultura, libros, discos, singles y marrieds, en sabiondos y listillos, en sobrados y carentes, en niñatos de piñata, bobas y bobinas (coños y coñazos); repajas en apuestas y valientes, en tímidos que explotan, rutinas y sorpresas, carnavales y vigilias; repajas de sota, caballo y rey, de órdago y mus visto, de solfa y miredó; repajas de miedo y cambio, de lo visto y lo revisto, de la falta y la careta, del café descafeinado y gigabytes de minuteros rotos.
Llegaron las repajas, oiga, y todo queda en venta. Liquidación de vacío envasado en sí mismo, 2x1 en abrazos (regalo el de menor valor) y saldo en noches lluviosas.
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