De camino al portal una muchacha de estilo punk y sumamente atractiva leía al pie de la escalera. ¡Qué extraña imagen! Sobre las vías, los vagones del tren ofrecían flashes de asientos vacíos en su mayoría, y tras ellas dos atletas desafiaban al frío con su rutina de 10 km diarios. Dos hermanas quedaron enteramente rociadas de espuma bajo el túnel, y muchos (como yo) apuraban en la calle la hora de la cena.
En la pantalla, sus arrugas infundían un cierto respeto propio de la edad, y es que se sabe más por viejo que por cualquier otra cosa. Lo que dijo (o le escribieron) me pareció correcto en líneas generales, y me gustó en especial la parte en la que invitó a la reflexión individual y colectiva sobre ciertos comportamientos, abusos y actitudes que siempre fueron desmedidos y hoy por hoy ya no tienen cabida. Compartí su firmeza, la verdad, aunque fuera parte del show, y esa moraleja final sobre que no hemos llegado hasta aquí para caer en la derrota.
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