Sí, el problema a veces no está únicamente fuera de nosotros sino en nosotros mismos, o en una combinación misteriosa de ambas ubicaciones. Para solucionar lo externo llegamos a la conclusión de que no hay que corregir los errores de los demás, porque lo más probable es que ni siquiera te lo agradezcan (sabemos tú y yo que no lo hacesmo por eso, pero no deja de ser un aliciente), sino tratar uno mismo de hacer las cosas bien, y coger distancia para ver si con suerte servimos o no de ejemplo. Para lo de dentro es más complicado, porque uno quema etapas con la esperanza de cambiar a mejor y persiste el mismo ruido blanco. Y si entre tanto cambio hay algo que no es caduco y tiene nombre y apellidos, ya sabemos en qué línea falla el algoritmo. No hay que ser brillante. Uno acaba dándose cuenta tarde o temprano, por simple ensayo y error.
No hay comentarios:
Publicar un comentario