Hay días, como hoy, en que te levantas con las ideas claras. Decides dar portazo a lo que no te gusta y no perder tu tiempo con ello, porque es una batalla en la que nadie sale ni saldrá ganando. De repente la neblina se esfuma y llegas a una conclusión casi inmediata de que hay que intentar (al menos una vez) hacer lo que en verdad te gusta, y si te estrellas al menos la hostia te la llevarás con gusto. Tomas un café y descubres por enésima vez que el sentido común anida en la barra de los bares (y en lo que en ella se escucha). La mañana es despejada y calurosa, y te descubres a ti mismo con ganas de trabajar y hacer las cosas mejor que bien. Te vienen ideas a la mente, te sientes joven y estupendísimo y quien no quiera verlo es su problema.
Hay días, como hoy, en que me pregunto qué coño han echado al zumo de las ocho para que piense estas cosas.
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