Las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.
Lo dijo algún reputado israelí, según acabo de escuchar, y me hizo gracia. Como cuando oigo que el 75 % de las mujeres están satisfechas con su vida sexual y el 48 % reconocen problemas en eso. 75 más 48 creo que no da 100, pero ahora no tengo la cabeza para pensar mucho.
Hablan de sexo por la radio. Hablan de lo bueno de satisfacerse a uno mismo (de lo cual puedo escribir libros) pese al mito de quedarse ciego. Del pánico a no llegar al orgasmo. Del trauma por la falta de experiencia. De los problemas.
Hablan de satisfacción, y abogan más por la calidad que por la cantidad. Dicen que nosotros nos quedamos con las cifras, y vosotras con los momentos. Cuentan que cada encuentro es mágico, y añado que en cada acto se evidencia algo de amor, aunque sea con uno mismo.
Hablan de necesidades, de la mutabilidad de las mismas, según la edad, según la persona. De nacionalidades, que si unos lo practican más, que si otros son más intensos. Del egoísmo y los bloqueos emocionales. De no callarse. Del miedo y de la vergüenza.
Hablan de una sociedad falocrática. De la importancia de los labios, de las manos, del gusto, de recorridos y lugares inexplorados. Hablan de la cabeza más que del cuerpo. Del sexo como necesidad, como deporte, como herramienta y como ejemplo de ausencia.
Reconozco lo que escucho, y decido (como también he escuchado) transformar el dolor en tinta.
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