Tenías razón. Unos días sin estar conectado te devuelve el orden preestablecido, ayuda a concentrarte de nuevo en las tareas y a no dividir nuestro campo de visión en ventanas, deseosas ellas de que las maximices en un despiste. Me pasa lo mismo con los textos: no puedo con tantas líneas en la pantalla, y entonces te das cuenta de lo mucho que echas de menos el papel: para liar, para limpiar y, sí, también para leer.
Leer, leer... lo echo de menos. Pero no acepto extensos tratados con scroll: me agotan, y víctima como soy del pensamiento fragmentado, si me tengo que enfrentar a una resolución preestablecida, prefiero hacerlo en pequeñas píldoras. Predico con el ejemplo.
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