Hace un porrón de siglos, un monje de Turquía llamado Dionisio (como no podía ser de otra manera) se dio cuenta de que el calendario juliano estaba logrado pero algo no cuadraba del todo. La conclusión a la que llegó fue que existía un pequeño descuadre entre el año natural (el real) y lo que se registraba, y lo cifró en unas seis horas. Así pues, el año bisiesto nace como remedio a posibles desaguisados, como que cada 5 ó 6 siglos celebremos San Juan en pleno solsticio de invierno o viceversa.
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