Y empezaron a sonar las campanas del reloj, y a muchos nos cogió sentados ya, a otros en cuclillas. Las manos se alzaron en silencio, y toda la plaza se mostró bajo el mismo latido. Segundos después, los aplausos dieron la bienvenida al sábado, y si uno miraba a su alrededor veía a gente tan de carne y hueso como uno mismo. Las proclamas lo pedían y, tras ellas, miles de personas se encargaban de sujetarlas, orgullosos.
Mañana no acaba nada.
Mañana es el comienzo, y algo así no puede ser malo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario