El Indeterminismo Ilustrado ha llegado al Ejecutivo local en forma de puzzle en cuatro piezas más artista invitado, de esos que sonríen si te hablan de superioridad de razas, y tan anchos. Entre tanto alboroto, el uno dice con cara larga que algo habrá hecho mal (Pequeño Saltamontes...), los otros que antes muertos que sencillos (y en coalición), y entre todos la casa sin barrer. Los votantes conservamos (yo, al menos) la misma cara de gilipollas que hace unos días, sólo que con más barba, y me chivan por el pinganillo que hemos tirado una papeleta a la urna para que degustemos la misma mierda en distinto molde. Va a ser eso, entonces.
La calle habla, mientras tanto, o al menos algunas plazas, o al menos unas cuantas personas en esas plazas (que no es poco), y recogen -creo- el sentir de muchos más que por inapetencia, incapacidad o desasosiego deciden no pasarse por ahí. No los critico. La única asamblea a la que hasta ahora he asistido (en parte) se disfraza de terapia colectiva para aplauso de algunos y algo de incredulidad para la mayoría, y me pregunto adónde llegará todo esto. "Escucha al Oidor", reza la pancarta. "No dejéis que Sol se apague" gritan en la distancia. Me lo vuelvo a preguntar, y la respuesta (que quizá no esté en el viento) parece querer asomar de la entraña, como el octavo pasajero, y uno trata de actuar acorde a ese grito expresionista, grito, grita, que ensordece y muro que no derriba lo esquiva. Muros, muros, que sois vosotros, que somos todos. Adónde llegará esto, insiste el alien, y no tengo ni puta idea de cómo saciar su angustia.
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