Cierran parques y jardines donde vivo, y las ciudades son más grises desde entonces. Pronto pondrán cerco a las calles, asumiremos el toque de queda como premio a la cordura y será peligroso olvidar el salvoconducto junto a la tele. Haremos botellón en los balcones, venderán resignación a granel y nos veremos abocados a santiguarnos.
En países como Alemania o Suiza decidieron acotar el horario de columpio de un niño. A partir de las X, prohibido jugar, a tu casa y cuidadín con poner la tele muy alta o tener retortijones pasadas las Y, que el vecino primero te denuncia y luego sube a ver qué has cenado. Pero son así: países civilizados, los mismos en los que nos miramos cuando llueve o sube el paro.
Cierran parques y jardines donde vivo. ¿Lo dije ya? Ahora se accede a ellos por una puerta que abre de V a Z en verano, y de W a Z-2 en invierno, pero tienen el detalle de dejarte ver las cacas de los canes tras las rejas. Asomarte por ella es hacerlo a una celda improvisada desde el patio de mi cárcel. "¿Qué habrá ahí adentro?", te preguntas. "¡Coño, flores!" Tan bonitas ellas, presas por si escapan.
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