Se oían campanas al regresar, y la sensación era placentera. (Tú, inteligencia y contradicción a partes iguales, tal vez sepas a qué me refiero.)
Porque vivimos tiempos rellenos de vacío, sin más ni más que una compensación caduca e inmediata, carente de todo efecto residual.
Porque ese sonido, tan dulce y eterno, abre las puertas a la esperanza y deja a su vez un palmo al cerco por si, aprovechando las fechas, se quiere colar algún espíritu perdido.
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