El domingo falleció un vecino mío, el mismo que llevaba meses sin salir de casa debido a un cáncer demasiado extendido que, entre otras cosas, le había hecho perder un ojo. Tenía 60 años, y no merecía morir. Nadie lo merece.
Sucesos así ayudan a reubicarte constantemente, a plantearte por enésima aquello que te rodea y todo lo que está por llegar, a pesar de tratarse de algo más que anunciado. Y es que tienes razón, nunca sabes cómo vienen las cosas, y tampoco hay un recetario personalizado que te explique muy bien cómo afrontarlas. Aprendemos, sí, pero parece que sólo estamos aquí para aprender y aprender sin más, y para cuándo poner en práctica todo aquello que nos quedó a base de bofetones.
Leo hace un montón de días la noticia sobre el último deseo de una niña que, repentinamnete, fallece poco después en un accidente...
http://es.noticias.yahoo.com/blogs/gaceta-trotamundos/el-ltimo-deseo-una-ni-calmar-la-sed-131842198.html
... y vuelves a ser consciente de los muchos contrastes de las cosas, cuando millones de niños mueren de hambre en Somalia en cuestión de semanas, cuando seguirán muriendo después de que sea un suceso noticiable (y no sólo en el "cuerno"), cuando Londres está que arde, cuando se desata el terror en Noruega, cuando persiste el 15M, cuando pequeños milagros y miles de calamidades siguen ocurriendo sin que jamás nos enteremos.
Hormiguitas...
Un cielo poblado como nunca de estrellas me recuerda de nuevo esa palabra y la frase hecha de que la vida es sencilla, pero nos pone cachondos retorcerlo todo. Observo cada punto preguntándome si seguirá existiendo o no su fuente de luz, y la foto del pasado (que es el cielo) me escupe la pregunta de qué sucederá en el futuro: para mí, para ti, para todos (como el anuncio). Una estrella eternamente fugaz (que no es estrella, pero sí fugaz) te invita a pedir un deseo tardío, y dejas sin más que pase, porque a veces el deseo nace y muere en el mero privilegio de haber podido observarla.
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